La Invalidación esconde buena intención (AÚN ASÍ NECESITAMOS APRENDER A VALIDAR)

El otro día whatsappeaba con una amiga en un chat de grupo y cuándo le pregunté el nombre del restaurante al que íbamos (acudí anteriormente una sola vez) me dijo que no lo podía creer, y que cuánta desorganización. Me sorprendió la relación que estableció entre no recordar el nombre y la desorganización y me dijo que podría apuntar estos datos en una agenda. La conversación continuó y pese a tratar de explicarle lo complejo de encontrar relaciones causales entre eventos, no pareció convencerla, porque me terminó espetando que “ella no iría a ningún psicólogo, porque estamos todos fatal”. Observé que tratando de mostrarle mi perspectiva y conocimientos sobre conducta humana no íbamos muy lejos, así que decidí soltar la conversación.

Y me quedé pensando en qué había sucedido, por qué me había resultado violento sus bromas y calificativos a mi persona y mi profesión, ¿Me había invalidado o sólo juzgado?

Repasemos para entender esto mejor qué es la invalidación:

La invalidación se da cuando los pensamientos, conductas o emociones de una persona son ignoradas, malinterpretadas, negadas o evaluadas como inapropiadas. La validación es el proceso de comunicarle a una persona que sus experiencias internas tienen sentido y son comprendidas.  Se cree que la validación puede tener beneficios importantes, incluyendo la reducción de la reactividad emocional o la intensidad de las emociones (Linehan, 1993).

Y esto me conecta con un experimento de la Universidad de Ohio donde Jennifer Cheavens, principal autora del estudio encontró que tras una experiencia desagradable, los participantes que recibían invalidación por parte de los experimentadores sufrían un declive en emociones agradables, mientras que los que recibían apoyo y comprensión se recuperaban rápidamente de la experiencia desagradable anterior.

Un total de 307 estudiantes participaron en el experimento, completando cuestionarios validados de afecto positivo y negativo al principio y al final del estudio, y en varios puntos del experimento.

Es decir, encontramos que cuando nuestro interlocutor no acepta nuestras emociones, las minimiza, las ridiculiza, las ignora o nos pide cambiarlas, esto paradójicamente produce un aumento de esas emociones indeseadas; indeseadas por la cultura, por nosotros y por nuestro interlocutor. Porque seamos honestos, muchos sabemos el papel adaptativo de muchas emociones difíciles como el enfado, la tristeza o la vergüenza, pero a nadie le gusta que le visiten por mucho rato. Así que recibir invalidación por parte de otra persona puede aumentar rápidamente nuestro propio estrés, nuestras emociones secundarias como vergüenza y nuestras reacciones de supresión emocional o escalada.

Con nuestros consultantes que se desregulan emocionalmente (¿y quién no se desregula a veces?) encontramos atrás de los problemas con las emociones una historia de invalidación, lo cual a veces es doloroso de notar y aceptar. No obstante, la invalidación es en la mayor parte de ocasiones, bienintencionada. Mi amiga no le quita importancia a lo que siento o pido porque no me quiera o no le importe, mi amiga aprendió a reaccionar ante sus emociones (tal vez de frustración por mi pregunta sobre el restaurante) etiquetando a la otra persona como fallida y luego al ver que su reacción tuvo un efecto de tristeza en mí, trata de quitármela riendo sobre ella. En última instancia, busca que pasemos a otro tema, que no me hiera, ni tome literales sus palabras. Nuestras familias lidian con las emociones propias y ajenas lo mejor que pueden.

Una de las terapias con las que trabajo es DBT, Terapia Dialéctica Conductual que justamente busca constantemente equilibrar ayudar a cambiar a las personas y también validar cómo se sienten momento a momento. La validación por parte del terapeuta implica, de manera resumida, comunicar al paciente que sus respuestas emocionales tienen sentido y son entendibles dentro de su historia y/o contexto actual (Linehan, 1993) y tiene efectos curativos, alivia las heridas de emociones no aceptadas y nuestra lucha contra ellas. Además, sabemos que para regular emociones primero necesitamos ser conscientes de que las estamos teniendo, y saber diferenciarlas. La validación en terapia promueve la regulación a través de la relación terapéutica, pues momento a momento vamos dando la bienvenida a lo que sucede debajo de la piel para irlo conociendo.

Dicho esto, aunque la invalidación tenga buenas intenciones vamos a crear mejores relaciones si validamos, aquí te dejo algunos tips para hacerte más validante:

  1. Presta atención. Comenzando por mirar realmente, hacer espacio para escuchar, son formas de validar, de transmitir no verbalmente que la experiencia del otro es válida. Atención consciente hacia quien está frente a nosotras.
  2. Resístete a dar consejos que no se te han pedido. Necesitamos aprender a notar la urgencia porque el otro lleve su vida de la forma en la que nos gustaría y así de paso, sentirnos aliviados nosotros de emociones desagradables. Sin embargo, sabemos que los consejos resultan invalidantes, especialmente cuando no se han pedido. Las personas sufriendo tienen sentido común, y seguramente han usado mucho tiempo buscando soluciones a sus problemas; más que respuestas, da regala presencia.
  3. Si has sentido algo parecido en algún momento de tu vida, compártelo genuinamente sin que la conversación se vuelva sobre tu experiencia, menciónalo para ayudar a que la persona normalice su experiencia y se sienta menos estresada por sus vivencias.

Por último, aunque hemos aprendido a apegarnos a ciertas emociones y rechazar otras, la apertura emocional no va sólo en la dirección que nos gusta: Si quieres ser capaz de sentir felicidad y alegría en tu vida, necesitas disponerte a sentir también tristeza; eso es estar plenamente viva.

PRÓXIMAMENTE CURSO SOBRE REGULACIÓN EMOCIONAL.